Desde el 15-M no podemos decir cómo o a quién votar, eso es una decisión que tiene que tomar cada uno en conciencia. Lo que sí debemos hacer es informar sobre qué es el voto nulo, el voto en blanco y la abstención, y reflexionar sobre las posibles consecuencias que de esas opciones se derivan.
El voto en blanco es aquel que se emite al introducir un sobre vacío en una urna. Esta opción de voto se computa como voto efectivo en el recuento, es decir, engrosa el total de votos a contabilizar. Esto afecta a la cantidad de votos mínima requerida para acceder al reparto de escaños; que es de un 3% del total de votos para las generales y de un 5% para las autonómicas. Por tanto, el voto en blanco perjudica a los partidos minoritarios que queden por debajo de esa barrera, con lo que se reduce la pluralidad y se refuerza el bipartidismo.
Por otro lado, un voto se considera nulo cuando se emite en sobres o papeletas diferentes del modelo oficial, el sobre contiene varias papeletas de distintas candidaturas, la papeleta o el sobre están alterados o dañados,…
El voto nulo, a diferencia del voto en blanco, no se añade al cómputo total de votos, por lo que no afecta a la mencionada barrera de porcentaje.
En las últimas elecciones hubo un aumento considerable tanto del voto en blanco, como del voto nulo; en parte por una confusión, y en parte por la postura legítima de algunas voces pertenecientes al 15-M.
La confusión a la que me refiero es la que se produjo por el mutilado lema “NO LES VOTES”, que surgió en Internet como reacción de rechazo a la ley Sinde, y a los partidos que la rubricaron con sus votos en el senado: PP, PSOE y CiU. El mensaje “NO VOTES A: PP, PSOE Y CiU” se quedó, como digo, en un mutilado y contundente “NO LES VOTES”, sospechosamente incompleto.
Está claro que tanto el voto nulo como en blanco, este último de una forma más inequívoca, aunque tenga “efectos colaterales”, tratan de expresar el descontento hacia el sistema o hacia la falta de alternativas políticas aceptables. También lo hace quien, por ese mismo motivo, opta por la abstención, con la diferencia de que en este caso su protesta no queda reflejada como tal, y cae en el mismo saco que las abstenciones por pereza, indiferencia o impedimento, sin posibilidad de distinción.
Ahora bien, ¿realmente el voto en blanco, el voto nulo o la abstención son la mejor alternativa? ¿Realmente, esas posiciones de protesta contra el sistema político establecido van a forzar un cambio en el sistema o frenar en alguna medida el proceso de recortes sociales y privatizaciones a los que nos enfrentamos?
Aunque estemos hartos de ver cómo “nuestros representantes políticos” no actúan de forma consecuente ni con las necesidades y demandas del pueblo, ni con sus propios idearios y programas políticos, ¿son realmente todos igual de inconsecuentes?
Si tenemos en cuenta los planteamientos de base y la coherencia que han mostrado a lo largo de su trayectoria por su actividad en el Congreso y en el Senado: ¿son todos los partidos iguales? ¿O unos son algo más consecuentes que otros?
Evidentemente, todos los partidos fallan en la medida en que el sistema en el que desempeñan sus funciones es un sistema imperfecto en sí mismo. El sistema actual se apoya en exceso en la “representación” dejando un mínimo e insustancial reducto para la participación; prácticamente, la única opción que tiene el pueblo es decidir quién va a decidir por él, y una vez cada cuatro años. Y además adolece de sistemas efectivos y transparentes de supervisión.
Necesitamos cambiar el sistema, está claro. Pero, ¿cuál es la mejor vía para conseguir este fin?: ¿el ostracismo y la protesta perenne y extenuante al margen de cualquier interacción con los estamentos que detentan el poder?; o ¿aprovechar todos los medios a nuestro alcance para facilitar la tarea que nos hemos encomendado?.
Ningún partido, en efecto, va a llevarnos directamente a la consecución de nuestras metas, pero algunos, más que otros, pueden obstaculizar el camino.
Para conseguir los objetivos que buscamos debemos desarrollar estrategias a corto y a largo plazo. El objetivo de conseguir una sociedad más democrática y justa, no es un objetivo que se puede alcanzar de la noche a la mañana; es un objetivo que debemos conquistar con esfuerzo y constancia.
Tenemos que contagiar nuestra voluntad y nuestra esperanza de que un mundo mejor no solo es necesario sino que es posible. Cuando el mensaje y la esperanza hayan calado en la sociedad, el cambio será inevitable. Los cambios sociales forzados, no se consolidan; por eso la violencia no es el camino; como decía Gandhi: “los cambios que se consiguen con violencia, sólo se pueden mantener con violencia”.
Por otro lado, algunos objetivos a corto plazo, votar el 20-N es uno de ellos, pueden resultar insatisfactorios, y, hasta cierto punto, es necesario que lo sean pues la satisfacción puede conducir al conformismo y a la pérdida de los objetivos auténticos a largo plazo. Sin embargo, esos objetivos a corto plazo, esas pequeñas conquistas agridulces, son esenciales para llegar donde queremos llegar, y para no perder la esperanza por el camino.
Busquemos ese camino desde la sensatez y la perseverancia, no desde la vehemencia inconsciente que casi siempre desemboca en la frustración y la violencia. No escojamos el camino más corto si es el más difícil…,”vamos despacio porque vamos lejos”.
Descartar todos los recursos a nuestro alcance, y elegir la rebeldía como única vía de acción, deseando incluso, como he llegado a oír, que la situación empeore para que la lucha se intensifique y radicalice, es una actitud victimista, con una clara vocación de mártir, tan alejada de la realidad como de la posibilidad cambiarla.
Si a pesar de todo, otra vez, optamos por el voto nulo, en blanco o por la abstención, como en las elecciones pasadas, siempre podremos decir, “orgullosos de nosotros mismos”, que, si todas estas opciones constituyeran un partido, habríamos elegido al partido ganador. “¡Todo un logro!”
Juan Nadie.
Si lo k se pretend es cam biar el sisthema la meor option s la abbstención.
1º.- La abstención favorece a la derecha, que nunca se abstiene, y además está unida en un solo partido, por lo que todos los votos de esta corriente ideológica se concentran en una sola elección partidaria (la izquierda, lo contrario, si se siente decepcionada tiende a no votar, y está dividida en varios partidos). 2º.- Ni el movimiento 15M, ni la izquierda utópica (no el PSOE, claro), tienen la fuerza suficiente como movilizar a la ciudadanía a una abstención clamorosa de un 60 %, por ejemplo (es mi opinión, contrastada con el reciente éxito sin paliativos del PP, a pesar de la campaña NI PP-NI PSOE que desplegó el 15M). Una abstención de tres o cuatro puntos más sobre lo que es normal (¡que ya sería un logro importante!) no merecería más atención que los titulares de qué partido había ganado. Es muy difícil contrarrestar el machaqueo continuado de los medios de comunicación (dominados por el capital) presentando la contienda electoral como una lucha única entre PP-PSOE, influyendo fuertemente en el electorado a decantarse por una de estas dos opciones; es difícil que la abstención tuviera eco suficiente cuando la gente tiende a votar, por esta presión mediática. 3º.-Las fuerzas progresistas deberíamos aprender de la historia, para evitar fracasos que ya sufrieron nuestros precedentes ideológicos. En las elecciones generales de 1933, el anarquismo recomendó la abstención para tumbar el sistema, ¡y bajó más de 5 puntos la participación! (y en algunos lugares, como la provincia de Sevilla, de forma mucho más clamorosa, bajando más de 16 puntos la participación); su efecto : el sistema siguió, no le afectó en nada, porque lo que importa en las elecciones no es quién “pasa” de votar, sino quién gana, ¡y ganaron, claro, las derechas!; en Febrero de 1936, el anarquismo, escaldado de la experiencia anterior y después de haberle visto las orejas al lobo derechón, recomendó votar, y la participación subió más 7 puntos, ¡ganaron las izquierdas!, y en noviembre de 1936, cuatro ministros anarquistas ocupaban las carteras ministeriales de Justicia, Sanidad, Industria y Comercio, y otros tantos, en la Generalitat catalana, las carteras de Economía, Abastos, Sanidad y Asistencia Social. La historia, maestra. ¡Salud, compañero en anhelos, aunque discrepemos en la forma de alcanzarlos!
Mi rollete anterior iba dirigido a Indeformable, no a Juan Nadie. Debí darle a “Responder”, en vez de enviarlo como un “post” (¿se dice así?) independiente. Falta de práctica en estos menesteres.