Lo confieso. Soy -por si alguien aún no se ha dado cuenta siguiendo el rastro de este blog- uno de los salvajes e irresponsables -así nos llamó Lucía Figar en sus pasadas declaraciones– que estamos haciendo huelga estos días. Y, por ello, he pensado que lo mejor es hacer un necesario acto de contrición individual y enumerar mis culpas, con la esperanza de que mis compañeros docentes también recuperen la razón y hagan lo propio por el bien de la escuela pública.
Soy un salvaje, sí, un salvaje de los que llevan una camiseta verde con un lema tan ofensivo como “Escuela pública de tod@s para tod@s”, algo que el ex Director de Mejora de la Calidad de la Enseñanza de la Comunidad de Madrid califica en su agudo y bien ponderado blog como una prenda que no es “la vestimenta digna que se espera de ellos” (es decir, de nosotros, los docentes), “sino una camiseta reivindicativa que persigue la imposición de una ideología determinada sobre cualquier otra consideración”. Evidentemente, soy un salvaje que intenta imponer un mensaje inadmisible (una escuela de tod@s para tod@s) cuando es obvio que tendría que llevar una camiseta con un mensaje mucho más afín a los nuevos tiempos neoliberales del tipo “una escuela de unos pocos para unos pocos” o, casi mejor, “una escuela para el que la pueda pagar”, o -por qué no- “una escuela como Dios manda”, en alusión a los centros concertados a los que nuestra Comunidad regala y cede terrenos con tanta ligereza como ahora pretende subvencionar el Bachillerato de un instituto del Opus Dei en Alcalá. No hay dinero para pagar a los más de 100 profesores despedidos en esa localidad, pero -qué curioso: ¿será la Providencia?- sí para entregar el Bachillerato a los designios divinos del Opus que son, a fin de cuentas, los que nos salvarán de nuestro salvajismo.Soy un salvaje, sí, un salvaje que hace huelga y que, en los días de esa misma huelga, se va a su centro a hablar con los alumnos, a dialogar con ellos, a conversar con sus padres, y que acude -junto con las familias y con sus compañeros docentes- a las manifestaciones y movilizaciones donde, como somos unos salvajes, no hemos sido capaces de crear ni unos altercados a la altura de lo que se esperaba de nosotros, en un aburrido y anodino ejercicio de tizaflautas (verdes, cómo no), que parece sacado de un episodio ñoño de Verano azul (perdón, verde). Así, con este salvajismo contumaz, los medios más reaccionarios no pueden sacarnos en portada y tendrán, como ya hiciera ABC este fin de semana, que recurrir a profesores de fuera para ilustrar nuestra falta de civismo y sentido de la responsabilidad.
Soy un salvaje, por supuesto, y por eso mismo preparo temas y antologías de asignaturas como Literatura universal o Lengua española para mis alumnos de Bachillerato, unidades que elaboro en mis horas no remuneradas -más allá de las que forman mi horario- y que les envío por e-mail o cuelgo on line para que no pierdan el ritmo del curso y, sobre todo, para que vayan bien preparados a Selectividad. Otro ejemplo más de salvajismo, claro, porque estoy perdiendo 100 euros por día de huelga y, en vez de cruzarme de brazos, trabajo desde casa, con un afán estúpido por no perjudicar a mis estudiantes.
Pero no queda aquí, claro que no, porque soy tan salvaje que me reúno con padres fuera de la única hora que, según la ley, necesita un tutor para atender a los treinta alumnos que dependen de él. Así que, cuando la semana pasada una madre me pidió cita fuera de mi horario oficial para verme, no supe decirle que no y busqué un hueco que no tenía en un acto que, cuando menos, debería ser denunciado ante la Consejería, tan prolija en represalias en estas últimas semanas.
Además, como los salvajes somos muy obcecados en nuestra falta de civismo, también he continuado con tareas no remuneradas -y que realizo fuera de mi horario- como la revista del centro o la dirección y puesta en marcha del grupo de teatro. Hay que ser salvaje, sí, para molestarse en coordenar iniciativas que exigen un minímo de tres a cuatro horas semanales y que no tienen más beneficio que el de potenciar la faceta creativa de los estudiantes. Nada que ver con la auténtica excelencia -que, como bien afirma el PP madrileño, ha de quedar para unos pocos- ni con el lema de las camisetas que tendríamos que ponernos si fuéramos responsables de verdad, es decir, si no quisiéramos hacer soñar a nuestros chicos con un futuro mejor, ni darles opciones ni apostar por la igualdad de oportunidades. Si fuéramos responsables, nos limitaríamos a recordarles que el mundo está en manos de una minoría y que esa minoría ya se encargará, con toda la responsabilidad que la caracteriza, de que ellos no lleguen a rozar ni una tímida parte de su pastel.
Soy un salvaje, sí, tanto como para haberme quedado, junto con otros docentes igual de incivilizados, tutelando la jornada de cultura y protesta que organizaron los alumnos de mi centro el pasado jueves (desde las 5 hast las 11 de la noche) . Tan salvaje como para interesarme por acompañar a los alumnos de 4º a su viaje fin de estudios, porque -aunque estemos saturados de trabajo y no haya medios suficientes ni apenas energías para nada que no sea lo cotidiano y urgente- no queremos privarles de esa experiencia, por mucha responsabilidad que ello conlleve y por mucho esfuerzo que suponga estar durante cinco días -24 horas al día- pendientes de un grupo de entre 60 y 90 alumnos de quince y dieciséis años. Si hay algún padre por aquí, entenderá hasta qué punto hay que ser salvaje para atreverse con una aventura como esta…
Salvaje, desde luego, como todos los compañeros que nos estamos dejando la piel en una lucha donde hemos sido tan primitivos como para no incorporar ni una petición económica. Y, peor aún, tan salvaje como para seguir afirmando que no estoy pidiendo menos horas -me quedo con mis 21 sin problema alguno- sino más profesores. Estoy pidiendo que vuelvan los compañeros despedidos y que, por tanto, en esas 21 horas no dé clases a grupos de 38 alumnos en Bachillerato, sino a grupos mucho menos numerosos, a grupos donde pueda atender a los chicos de forma individualizada, como personas, como los alumnos excelentes que pueden ser si nos dan las herramientas para ello. Estoy pidiendo que vuelvan los desdobles, los laboratorios, las bibliotecas, las guardias, las extraescolares, la compensatoria, las aulas de enlace, las plazas en las EOI y todo lo que se ha perdido y que, en definitiva, es un robo al futuro tanto de nuestros alumnos como del futuro de las próximas generaciones.
Y soy tan salvaje como para seguir haciendo huelga -y perdiendo dinero- aun cuando ni tengo hijos ni pienso tenerlos, porque creo que esta lucha no se puede plantear desde una perspectiva egoísta, porque -qué obtusos somos los salvajes- estoy convencido de que en tiempos de crisis no podemos seguir mirando nuestro ombligo, porque me parece que ahora -más que nunca- es necesario apostar por lo público e invertir -que no gastar- en educación. Solo desde la educación hay posibilidades de futuro. Salvo que, y por eso puede que yo no lo vea, esperemos que sea la gracia divina la que nos ayude en el futuro. De ser así, que sigan regalando terrenos al Opus, cediendo los IES públicos -gratis- a los peregrinos de futuras JMJ, regalando desgravaciones fiscales a los padres que puedan pagarse la privada, derrochando dinero en estériles campañas de autopromoción y dejando que trabajen en nuestras aulas públicas gentes contratadas a dedo de sospechosas fundaciones privadas de claro sesgo neoliberal… Eso es, dejemos que sigan desmantelando la pública y asumamos, de una vez por todas, que los de la marea verde somos unos salvajes. Porque hay que ser salvaje para dejarse la piel defendiendo algo que nos pertenece y nos incumbe a todos. Si no, no se explica.