1. “La calle es mía” o Fraga Reload: El PP quiere recuperar el control, manejar lo que pasa en la calle. No es que vaya a prohibir las manifestaciones, hablamos de algo quizás más importante, nos referimos a la calle como lugar público, donde la gente pueda expresar su malestar directamente, sin tener que ser convocado por una gran organización. Saben muy bien que una expresión puntual de cualquiera que hable para el conjunto de la sociedad, por pequeña que sea, puede llegar a conectar con muchos otros. Desde mayo algo ha cambiado, la calle se ha convertido en una espacio de encuentro entre diferentes, donde estar juntos cobra sentido más allá de protestar contra una medida concreta. La recuperación del espacio público por la gente es lo que realmente preocupa al Gobierno y por eso se proclama defensor de los derechos de los que no acuden a las protestas, ¿será que a ellos no les roban?
2. Dar cera, pulir cera: El PP sabe que la violencia puede ser un efectivo método para convertir las calles en un lugar hostil, que ya no sean percibidas como lugar de encuentro, sino de enfrentamiento. Para las “autoridades”, el control de la situación pasa por poner a prueba el aguante de la gente y así medir qué tipo de actuación es más eficaz: multas, cargas, detenciones o una mezcla en diferentes dosis acompañada de un buen despliegue mediático. Si echamos un vistazo a las portadas y artículos de opinión de ABC y La Razón de los últimos días, se evidencia la importancia que se da desde el Gobierno y sus sectores afines a ganar la batalla comunicativa. La táctica consiste en utilizar dispositivos represivos y comunicativos a distintos niveles con la intención de cortar las posibles conexiones entre cualquier protesta y el resto de la gente. Como estamos viendo estos días, trantan de restar legitimidad a los que protestan, ya sea descalificando, acusando, confundiendo o, desde posiciones más amables, reconociendo que sus razones son entendibles a la vez que apelan a la responsabilidad debido a la crisis que vive el país. Rajoy pide calma, como si no supiéramos que toma decisiones a costa del 99%.
3. Meter miedo a propósito de Grecia: El Gobierno de Mariano Rajoy utiliza Grecia para asustar, una imagen que evoca un lugar apocalíptico, un escenario al que podrían conducirnos las protestas, donde la vida es insoportable y la supervivencia casi imposible. La Empresa-España debe dar buena imagen, ser un país donde la gente asuma que no hay alternativa. La economía financiera aparece claramente como dispositivo de control social. Si sales a protestar, no tendremos créditos europeos. Ese mantra oculta que la situación griega ha sido provocada por medidas que el Gobierno de Rajoy respalda; con bonos europeos la deuda de Grecia no se habría multiplicado. Pero lo que nunca dirán es que son las personas que salen a la calle en Grecia las que garantizan la vida de la gente, que esos cientos de miles de personas son los que están luchando por la dignidad y la supervivencia colectiva. Gente que no sólo sale a protestar, sino que colabora para mantener el acceso a los servicios, reparte comida, intercambia recursos y, pese a todo, sigue tejiendo futuro.
4. La comunicación es nuestro escudo: Ante la violencia policial, se pone en marcha una estrategia comunicativa con miles de puntos desde los que transmitimos y difundimos lo que pasa para proteger a quienes están en peligro. En esos flujos de comunicación también surgen las formas de organizarnos para salir a poner el cuerpo en la calle. Los vídeos que la gente cuelga de manera instantánea y los tweets que se propagan antes de que lleguen los periodistas, están demostrando un enorme poder: no pueden negar la represión enloquecida. Sabemos que somos muchos, en muchas partes, y eso hace que salgamos a la calle sintiédonos protegidos.
Hay que recordar que han sido muchas las protestas apagadas bajo la presión represiva y que las lógicas de acción-represión-acción nos pueden acabar situando en un tablero de juego con movimientos limitados y posiciones cada vez más minoritarias. Cuando salir a la calle da miedo, dejan de estar los niños, los abuelos, las mujeres y hombres adultos y en los enfrentamientos quedan sólo jóvenes, sobre todo chicos, fáciles de aislar y criminalizar. Esto es lo que, con mucha inteligencia, evitaron los estudiantes valencianos que desde la primera sentada frente al instituto Lluís Vives han defendido su derecho a estar en la calle poniendo en evidencia la brutalidad policial. No debemos olvidar que no basta con tener razón para enfrentarse a la policía, es más importante hablar para la gente que enfrentarse al Estado.
Como los jóvenes de Valencia decimos: “Cuidado, salgo con un arma, llevo un móvil”. En este contexto, las formas tradicionales del conflicto resultan ser las que mejor se amoldarían al escenario que el Gobierno quiere construir. Así, no ser violentos resulta ser mucho más potente que serlo. El Gobierno busca insistentemente una respuesta violenta y por ese motivo agudiza su dinámica represiva, pero es como disparar cañonazos contra un enjambre o intentar cazar un fantasma.
5. Devolver el golpe de otra manera: #YoTambiénSoyElEnemigo, el magnífico hashtag, utilizado masivamente en Twitter para contestar a ese llamamiento a la fractura de quién habla de enemigos, hizo posible recuperar un lenguaje de mayorías que quieren estar juntas. No es algo que se le diga al “poder”, sino algo que nos decimos entre nosotros y nosotras. Una ironía que evita caer en el aislamiento. Un gesto de complicidad que nos implica a todos. Es comunicación para cuidarnos, no para atacar a otros. Yo también soy el enemigo es pura comunicación desde y para el 99%. El enemigo, para ese triste jefe de policía se convierte entonces en cualquiera. Así se desdibuja el propio escenario del enfrentamiento, de la batalla entre bandos e incluso se disuelve la importancia que el Gobierno le otorga a la policía. Digamos que en la Primavera Valenciana, la policía ha sido un obstáculo, porque lo que dota de sentido a las protestas es poder estar en la calle demostrando que hay ganas, que los jóvenes no se resignan.
6. Actuar siempre cambia las cosas: El contagio valenciano ha vuelto a demostrar muchas cosas como la importancia del cuidado colectivo o la capacidad vírica de la comunicación. Pero no podemos olvidar el punto de partida: el deterioro de la educación pública y las expectativas de futuro para los jóvenes. Estudiantes, que ven cómo sus derechos básicos se deterioran, se movilizan cada vez más para que los políticos cumplan con su obligación. Pero el movimiento desplegado estos días no es sólo una reclamación. Los jóvenes están expresando su disposición a hacer algo, porque los que mandan, dan vergüenza y en ellos no pueden confiar. Cuando el PP y los medios de comunicación culpan a políticos de izquierdas de estar detrás de las protestas o acusan a los profesores de manipular a los estudiantes, están negando la capacidad de iniciativa de los chicos y chicas. Nosotros valoramos mucho ese gesto, estudiantes de secundaria que toman la iniciativa y son apoyados por madres, padres y profes. Un instituto no es igual después de esta experiencia y todos los estudiantes que han participado en las manifestaciones seguramente vivan de otra manera su relación con la educación.
De nuevo estos días hemos visto que cuantos más somos, cuantas más cabezas piensan juntas, más inteligencia, más potencia se pone en circulación. La cooperación a este nivel de intensidad dura pocos instantes, pero es sin duda un modelo replicable a menor escala para desarrollar alternativas frente a la impotencia y los recortes que nos imponen.
Fuente:
http://madrilonia.org/2012/02/aprendizajes-sobre-la-primaveravalenciana/